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Actualidad Nalanda
Hay un nuevo enemigo silencioso recorriendo oficinas, fábricas y almacenes. No hace ruido, no lleva uniforme y no se reporta fácilmente en una hoja de incidentes. Se cuela entre pantallas, códigos QR y notificaciones constantes. Hablamos de la fatiga digital, también conocida como fatiga cognitiva, un fenómeno cada vez más presente en los entornos laborales hiperconectados.
La transformación digital prometía liberar a los trabajadores de tareas repetitivas y pesadas. Pero en muchos sectores, la realidad se ha vuelto contra ellos: empleados abrumados por tener que escanear, reportar, verificar y seguir instrucciones a través de pantallas que no descansan nunca.
Esto es especialmente grave en sectores industriales o logísticos, donde las condiciones adversas —ruido, calor, riesgo físico—, la sobreexposición a lo digital se convierte en un desafío adicional. Como diría Umberto Eco, “el exceso de información produce desinformación”. Hoy podríamos decir que también produce agotamiento.
La fatiga digital es algo más que una molestia añadida: se está identificando cada vez más como un riesgo psicosocial con efectos reales en la salud mental y emocional. Algunos organismos de salud laboral empiezan ya a alertar sobre la necesidad de incluir esta carga mental en las evaluaciones de riesgos psicosociales. En un entorno de trabajo donde lo digital es constante, el agotamiento cognitivo puede derivar en ansiedad, irritabilidad y desmotivación.
Estos son algunos de los ejemplos del día a día en el entorno laboral moderno:
¿Estamos formando adecuadamente a estos trabajadores para que convivan con la tecnología sin saturarse?
Las empresas pueden (y deben) tomar medidas. La solución no está en desconectar la tecnología, sino en hacerla más soportable. Aquí van algunas propuestas:
Pausas digitales conscientes
Rediseño de herramientas digitales
Formación en “higiene digital”
Evaluación de la carga cognitiva
Como ocurrió con el “burnout syndrome”, que tardó décadas en ser reconocido como un problema real, la fatiga digital aún no figura en muchos manuales de prevención. Pero todo indica que no es una moda: es una nueva frontera de la salud laboral.
El debate no es solo tecnológico, sino cultural. En una época en la que trabajamos más con la cabeza que con las manos, cuidar la mente debería ser prioridad. Y quizá la pregunta no sea “¿cuánto más podemos digitalizar?”, sino “cómo lo hacemos sin perdernos por el camino”.
El bienestar digital en el trabajo debe abordarse desde dos dimensiones fundamentales: la psicosocial y la ergonómica. Por un lado, la dimensión psicosocial se centra en cómo el uso constante de la tecnología afecta a la salud mental: estrés, ansiedad, disminución de la motivación, entre otros. Por otro lado, la dimensión ergonómica se ocupa de los efectos físicos derivados de la interacción prolongada con dispositivos digitales: posturas forzadas, fatiga visual, dolencias musculoesqueléticas, etc.
Ambas dimensiones están profundamente conectadas. Un entorno físico mal adaptado puede incrementar el malestar emocional, y viceversa. Por eso, las estrategias para combatir la fatiga digital deben contemplar ajustes técnicos y organizativos que promuevan un equilibrio saludable entre lo mental y lo corporal.
La preocupación por los efectos del entorno digital en la salud mental ha llegado también a las instituciones. En 2023, la Unión Europea aprobó una resolución clave que insta a los Estados miembros a reforzar las políticas públicas en torno a la salud mental, especialmente en relación con los entornos digitales de trabajo. La resolución subraya la necesidad de adaptar los marcos normativos para proteger a los trabajadores frente a los nuevos riesgos psicológicos derivados del uso intensivo de tecnología.
Entre sus recomendaciones destacan: incluir el bienestar digital en las políticas de prevención de riesgos laborales, formar a los directivos para que tengan conciencia del impacto psicosocial de lo digital, y promover campañas de sensibilización sobre los efectos del exceso de conectividad.
Lejos de ver la tecnología como una amenaza, este nuevo escenario debe servirnos como una oportunidad para repensar cómo trabajamos. Así como aprendimos a valorar la ergonomía física, debemos ahora integrar el bienestar digital como parte esencial del diseño laboral.
Prevenir la fatiga digital no solo es una cuestión de salud, también lo es de eficiencia, retención del talento y sostenibilidad organizativa.
En Nalanda ayudamos a nuestros clientes a optimizar la gestión de su cadena de suministro y subcontratación. Sabemos que la salud mental y digital ya no pueden considerarse asuntos secundarios. La empresa que lo entienda primero no solo cuidará mejor de su gente, también será más competitiva, innovadora y preparada para competir con ventaja los próximos años.
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– Manuscrito Universidad de Nalanda – S.XI
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